Cuestión de preferencias



La muerte contenta a muchos y por muy diversas razones. Apela a los sentimientos más primarios, que no saben del diazepán de confort en que están instaladas las clases medias e hipotecadas de Occidente y se enroscan por igual en corazones que laten en el Corn Belt o los arrabales de Tikrit. Las Grandes Ligas Tiranas han perdido dos franquicias en 2006 y tienen una más en el punto de mira de los analistas deportivos: pero ya hay sustitutos que han entregado los avales y cumplen con las exigencias de tan alta competición deportiva, con sus pabellones 5 Estrellas a tres horas de avión desde una terminal arrasada por aficionados que no han pasado el corte del draft. En los palcos se sientan, con los zapatos quitados, presidentes de rostro de tebeo malo que encierran en Siberia a magnates e idean imperios económicos e ideológicos empuñando el mismo arma que derrotó a Napoleón o Hitler: el frío. Insensatos que financian y promueven perversas negaciones de la realidad y prometen borrar países del mapa, caiga quién caiga detrás. Siempre hay solicitantes para las Grandes Ligas Tiranas que, como buen deporte universal, promete emociones intensas cada temporada y no hace distingos de razas, clases sociales o creencias religiosas entre sus participantes. Y, no siempre desgraciadamente, audiencias millonarias. Hay muchos a quienes va la marcha, sean niños pera santiaguinos, asalariados de Carabanchel o estudiantes de mitologías monoteístas.

Los centenares de miles de muertos no se van a incorporar de donde sea que estén, ni los millones de vidas truncadas se van a enderezar porque un paleto psicópata cuelgue de una soga. No es algo que convierta a este mundo en un lugar mejor ni que sacie la sed de justicia de nadie, por más que millones de personas hayan brindado de satisfacción: pero ese ahorcamiento tampoco encoge el ánimo a las personas de bien. Es una mala idea, el ahorcamiento. No peor que el desmantelamiento del ejército iraquí, la inoperancia militar de las fuerzas ocupantes, la decisión misma de ocupar el país. Otra mala idea más cuyas últimas consecuencias -que son las que nos importan: ¿cómo me puede afectar de verdad a mí?- acaso pagaremos aleatoriamente en alguna estación de tren, un estadio de fútbol, un súbito y breve desplome de la bolsa. Nada que veamos real, como los accidentes de tráfico que siempre suceden a otros.
Sí, una mala, pésima idea de consecuencias impredecibles: ojalá sea sólo otro galón de petróleo arrojado al pavoroso incendio de Oriente. Anyway: les prefiero colgados que sedaditos en la cama.

Comentarios

Liniers ha dicho que…
Salú clemente, bienvenido al metaplaneta del blog.
Un abrazo y feliz año
L-

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