Crónicas del Highwayman. Jornada primera

Antes, mucho antes de que los coches de gama alta se movieran con cereales, en ese tiempo en que esos cereales eran el único combustible y no una excusa para todo, los reyes y sus favoritos empleaban algunas monedas en elevar los caminos por los que circulaba la vida. Toda ella, desde la Reforma a la Enciclopedia a, claro, las ruedas de las carretas o los hidalgos. Reos y expósitos se deslomaban haciendo terraplenes, convirtiendo los caminos en caminos altos. Ahora sólo hay caminos altos en América: a este lado del Atlántico son caminos de motor, pero en las cunetas siguen embozándose los bandidos, los Highwaymen que robaban a los ricos para dárselo a los pobres para que se lo volvieran a dar a los ricos.



En un día como hoy, en un día como este, no se me ocurren muchas formas mejor de afrontar la vida que la de un Highwayman. Un Willie Brenan contemporáneo que circunvale Dublín o Gavelston o Milán, manejando la brida de ciento cincuenta caballos con el pie derecho. Que dé esquinazo a los cajeros de las gasolineras y a las patrullas de policía, rompa los pasos de los peajes y recoja autoestopistas, sin dejar de silbar al Bernstein de La gran evasión.

Arranca la tercera vuelta del cuenta kilómetros. Stay tuned.

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