Magdalenas proustianas (kind of)


Cosas que redescubro gracias a mi bien ganada condición de free-lanch:

- La Onda Media (con sus correspondientes desconexiones territoriales).
- Los corn flakes.
- Una desesperante sensación de vértigo ante la nevera (provocada por la ignorancia: ¿qué puedo cocinar con lo que guarda? Y, no menos importante, ¿qué cocinaría otra persona cualquiera?)
- Ir a la panadería temprano y así poder elegir el tipo de pan que acompañe mi frugal -por lo torpe- comida. Okay, jamón: pero con pan gallego de bien de trigo y al chino, tres con las que lleve.
- Leer la prensa antes de que las noticias hayan sido machacadas por otros free-lanch's blogueros.
- La modorra (a.k.a. nappy time) hija del vino de La Frugal.
Y, sobre todo, last but not least:
- La riqueza de los sonidos cotidianos de la -ejem- gran ciudad, entre los que me conmueven particularmente: el de las radiales cortando acero; el de los motores de explosión al ralentí y/o engranados una velocidad por debajo de lo debido; el de los diferentes tipos de sirenas y claxones, pertenecientes a las fuerzas y cuerpos de seguridad del a) Estado y b) la ciudad, además de diversas empresas privadas de transporte sanitario; el de los generadores de gasoil que alimentan martillos neumáticos, grúas - pluma y radiales que cortan acero; y el de las herrumbrosas maniobras de recuperación de residuos depositados en dos contenedores de reciclaje apostados ante mi oficina, que tienen lugar -las maniobras- con una frecuencia digna, por lo alta, de mejor empeño.
Aún así, igual que París bien vale una misa, la free-lanch-ería bien vale el IVA.
Ah, le bucolique.

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