Contextos (1): Al fin creí entender Toledo

El artista Joseph Kosuth llena la fachada de La Casa Encendida de frases de Borges, Cortázar y Onetti



Su ciudad era un lugar de agosto, de todo lo malo asociado a agosto, de toda la maldad inherente a agosto. Calor cabrón, asfalto cuarteado, envoltorios de comida basura: ansias de huir. El tipo tiraba una y otra vez de las trabillas de sus pantalones vaqueros sucios, de algodón malo y gastado, como calcificado. Le decía al otro tipo, cuyo aspecto no ha traspasado la frontera de los diez años que han transcurrido de esa mañana, que no le echara el humo en la cara. Había poca luz en la dársena, o eso me pareció a mí: pudiera ser que mis pupilas no se ensancharan del todo pero no me importó, porque yo sólo buscaba el escote de la chica eslava. El tipo de los vaqueros gastados, y sucios, aleteó con su mano por delante de su boca. No voy a volver, tío, le dijo al otro. Yo no recuerdo más que fumar y buscar con la mirada a la eslava, pero ella jamás me miro a mí. Empecé a sentirme muy lejos de todo al contemplar los maizales que sitiaban la ciudad. ¿Qué otra cosa podría haber hecho más que sentirme lejos? No es algo malo en sí. Ni mucho menos.

Los maizales seguían y siguieron. No había nubes. Todo era puro calor. Puro agosto. Lejos y fuera de la mesura del tiempo. No existe un útero más cálido.

Comentarios

ezqueletor ha dicho que…
jamaz lei algo mas bello, gracias

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