El N'Awlins de William Claxton

Me citan para comer en un Vip's y espero en la librería: me siento tan a gusto que no es siquiera espera. Compro muy, muy barato un libro de fotografías de Nueva Orleans de William Claxton. Le entrevisté hace unos años por esa misma exposición: no recuerdo las preguntas ni las respuestas pero sí le recuerdo a él como un señor mayor, muy alto, parecido a Stan Lee. Hubo un tiempo en que devoraba con gula todo lo que tenía que ver con USA: y esas fotos me transportan a aquellos años de hambre y me las como todas y me hacen cerrar los ojos porque temo que me golpeen en la cara los tendones del cuello hinchado de un trompetista de Ursuline Street. Sigo haciendo memoria y, aunque no me esfuerzo, sólo recuerdo haber sido tirado por el alcóhol al suelo una vez en mi vida: en un bar en la calle Bourbon. Lo digo con humildad porque precisamente de eso, de tirar gente al suelo a base de hand grenades, vivía esa ciudad. Pasados los años, el Katrina había cortado las carreteras: resarcí a mi malsana curiosidad, que aullaba por ver el Barrio Francés comido por el fango, con la contemplación de ella nadando con un manatí en el agua templada de los Cayos.

En un alarde de chulería, dije una vez ante demasiada gente que no había más infierno que el de Dante y, a según qué horas, Tulane Avenue. Las fotos de Claxton me hacen reinterpretar mi propia realidad. Pero sigo sin recordar de qué hablamos aquel día. Una vez hubo un Katrina para mí.

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